Una buena pregunta para el examen puede ser una cuestión práctica. Normalmente siempre decimos que estamos en contra del sistema memorísticos en el que se ha convertido hoy en día la educación, pues ¿por qué no realizamos más exámenes prácticos?
Es cierto que son más complicadas de evaluar y calificar pero creo que si hablamos de aprendizaje, son mucho más útiles.
Si tuviera un estudiante en mi clase con síndrome de Tourette, mi enfoque se centraría en la comprensión y el apoyo. Primero, me informaría sobre el síndrome para entender sus desafíos y síntomas. Crearía un ambiente de concientización en clase para crear empatía entre los estudiantes.
Adaptaría el entorno educativo según las necesidades del estudiante. Evaluaría sus requerimientos y desarrollaría un plan de apoyo educativo personalizado, considerando la posibilidad de asignar un asistente educativo si fuera necesario. Es decir, realizaría las adaptaciones curriculares tanto significativas como no significativas que el estudiante requiriese. Garantizaría un espacio seguro en el aula, siendo flexible con los plazos y evitando situaciones que pudieran aumentar la ansiedad del estudiante. Además, ofrecería acceso a apoyo psicológico y trabajaríamos juntos para fomentar su autoaceptación.
Intentaría mantener una comunicación abierta, regular y participativa con los padres y el estudiante para comprender sus necesidades y preferencias. Sería esencial que todo el personal escolar estuviera capacitado para apoyar a los estudiantes con síndrome de Tourette, estableciendo protocolos claros para situaciones sus crisis.
En resumen, mi objetivo sería crear un ambiente educativo inclusivo y positivo, adaptando el apoyo según las necesidades individuales del estudiante. La colaboración y la comunicación abierta serían fundamentales para asegurar el éxito del estudiante con síndrome de Tourette en el aula.
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