Cuando terminé la carrera tuve mucha «suerte», me quedé colaborando con la empresa con la cual hice las prácticas, y digo suerte porque yo también me lo gané. Con ellos me fui a Tenerife, ¿por qué no? Una isla de la que conservo un recuerdo maravillo, coincidió con el periodo de pandemia, pero aun así fue unos de los mejores veranos. No voy a hablar de Tenerife porque podría dedicarlo otro post entero, pero solo decir que si nunca habéis estado, estáis tardando en él y que si vais pedidme recomendaciones de dónde comer. Allí en Tenerife seguí trabajando como ingeniera freelance, si se puede decir así, en una empresa que se dedica a ayudar a las personas a patentar ideas y darlas salida en el mercado, nunca es nada tan bonito como suena.

Queriendo explorar otros caminos, al año me fui a vivir a Barcelona, una ciudad de la que siempre he estado enamorada. Digo «he estado» y no estoy porque me di cuanta, viviendo allí, que es muy diferente ir de vacaciones a Barcelona que vivir en Barcelona. Allí hice varios cursos reconocidos de diseño gráfico, diseño editorial, un Máster en experiencias del usuario enfocado en aplicaciones móviles y un bootcamp de diseño de páginas web. Desde entonces siempre me he ido enfocando más y más en el diseño de páginas web. Las páginas webs la verdad es que son mi pasión, pero el mercado en el que se mueven no. Tras muchas malas experiencias, tanto en lo laboral como en lo vivido en Barcelona, que si os hablo de Barcelona también daría lugar a otro post, pero no tan feliz, decidí volver a Valladolid y replantearme de qué quería trabajar. Para ello, me hice la misma que me hicieron cuando estaba en el instituto ¿qué quiere ser de mayor?

Cuando me hice esa pregunta, tiene gracia, pero el primer recuerdo que se me vino a la mente no fue querer ser veterinaria o no se me vinieron mis asignaturas favoritas, no. Lo primero que recordé fue a mi madre echándome la broca porque no había hecho en clase las tareas que me habían mandado y diciéndome, o más bien gritándome, «¡Tú de mayor vas a tener que ser profesora porque con el afán que tienes por ayudar a la gente y explicarles los deberes a tus compañeros, te olvidas de hacer los tuyos!». Desde que me acordé de esa frase no me la he podido quitar de la cabeza y poco a poco fue ganando más y más presencias. Así que, aquí estoy en camino de ello. En camino de ser profesa y ayudar a los más jóvenes, o por lo menos intentarlo.